Christian Rojas Zepeda es un campesino de 25 años que habita en un Pueblo de Tlaxcala llamado San Isidro Buensuceso, éste, se encuentra localizado en las faldas de una hermosa montaña de color azul grisáceo llamada “Malintzin” o “Matlalcueitl”.
Christian es un campesino que nació en un pueblo de calles de tierra y adoquín, un pueblo que está a punto de olvidar el campo y la lengua. Christian es un campesino que ya no puede trabajar el campo como sus abuelos lo hicieron ni tampoco hablar náhuatl como sus padres lo hacen, pues a diferencia de ellos Christian estudió en la ciudad y aprendió español. Por lo tanto, Christian quizá no sea un campesino, pero le gusta decir que lo es porque busca entre la tierra y el náhuatl sus manos y su saliva que siente incompletas. A Christian sólo le queda el olor y la memoria de la leña que arde en la tierra y del agua que choca con la piedra, con ello busca reemplazar el temblor del resto del cuerpo. Es decir, Christian es un campesino que no puede sembrar maíz ni decir “Nia Níkan páni*” sin preguntarse al mismo tiempo, ante la extrañeza de este lugar feral y de los rostros esculpidos por este tiempo, ¿quién es o qué es?
A Christian le gusta decir que es un campesino porque le gusta mucho el campo, cuidar gallinas y ovejas, comer tortilla y chile, pero también los cafés, los libros y las calles de la ciudad. Christian, como muchos de sus amigos, no sabe cómo ni con qué lengua mejor hablar ni hablar mejor; cierto acento, cierto afecto los enrarece. Christian dice que es un campesino por no poder decir que le gustaría ser un animal real, nube, árbol o humano simplemente.
christian*, pues, es finalmente y de alguna manera, como todos: una palabra de sangre en busca de voz, olor, calor, color…
* Respuesta a un saludo en náhuatl que en español podría decir “Voy acá arriba”